ANITA


Ocho años y los ojos mas grandes que conozco. Parece que tuviera menos, sin embargo ya ocho años. Pasó por mi casa, jugó en mi casa. Le gustó hacer tarjetas de papel para la gente que quería y sin querer o sin saber le regaló una a quien más tarde la despojaría de todo lo que se puede despojar.

Jugaba en su vereda. Desde la ventana de mi cocina podía verla. Iba a la escuela por la tarde.Podría decir que le encantaban los caramelos. O que no la escuché gritar. Hay niños a los que les gusta gritar y cómo se hacen oir. Extrañamente a ella no recuerdo haberla oído gritar o levantar mucho la voz.

Mi papá le cambia los nombres a los chicos y a ella le decía "Juanita" en lugar de Anita.

Ayer a mediodía su familia notó que no estaba en la vereda jugando. No estaba comiendo caramelos y no estaba llamando a sus amigos de enfrente con su vocecita aguda y suave.Las horas pasaron, la desesperación aumentó. Familia y vecinos fuimos uno buscándola, repartiendo volantes, llamando y enviando cadenas de sms y mails a todos los conocidos de los alrededores. La policía trabajó con una celeridad que agradecimos.

A las dos de la mañana seguíamos en la comisaría familia y vecinos esperando, queriendo, orando, desesperando. A las tres de la mañana seguíamos allí. A las cinco mi papá anciano seguía yendo y viniendo como el resto de los vecinos. Como la gente que pasaba en coches y preguntaba si ya la habían encontrado. Como la gente que sin que nadie lo pida recorría la ciudad buscando a Anita. Toda la tarde, toda la noche.

Hoy salió el sol pero el cielo estaba pálido y hacía frío.
Una de esas mañanas de viento.

Todo el tiempo estuvo aquí. Todo el tiempo estuvo cerca de su casa. Todos la buscábamos sin saber dónde estaba. Sólo Dios sabía, y una persona. Alguien a quien ella amaba. Alguien a quien ella le hizo una tarjeta con papeles de colores y brillantina. 

Y el cuerpo sin vida de Anita fué hallado por la policía este mediodía.
Ocho años.

Y no me digan lo que sabemos que se dice en estos momentos. Lo que siempre le decimos a alguien que sufre. Porque duele, y claro que duele. Es injusto, es doloroso y quienes la conocimos en estos momentos no podemos pensar en lo que nos hace sonreír. Y sé que está con Dios. Y Dios me ha dado paz. Pero vamos: duele. Y duele mucho. Nos miramos en silencio y con lágrimas en los ojos. Nos abrazamos y murmuramos uno al otro: "está con el Señor". Lo sabemos, pero queremos decirlo. O lo necesitamos. Esta tarde nadie salió a jugar. El barrio estuvo silencioso. Salí, regresé a casa y las veredas estaban vacías de niños.

Y los días pasarán y los niños volverán a salir. Y la vida seguirá. Y Dios está aqui, trayendo de su paz sobre nosotros para consolar a la familia y las amigas de Anita. Y todo seguirá. Pero este momento mis queridos, duele. No puedo escribir como si estuviésemos mirando desde otro plano porque lo estamos viviendo.Y si cabe algo que decir, les diré gracias a quienes recibieron nuestras cadenas de sms y mails buscando información y pidiendo oración. Gracias por leer, por responder, por llamar, por orar. Sólo les pediré que en alguna charla con Dios, pidan por la familia de Anita, sus papás y hermanas, sus amiguitas, por la gente que compartió su vida.

Todo seguirá y volveré a escribir sobre otros temas. Pero ahora estamos viviendo esto aquí.

Gracias por leerme. Un abrazo.


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