Por un lado, existen quienes buscan el qué y no el quién. Miradas veloces, miradas de reojo que buscan qué hay, qué sirve, que puedo tomar de ti. Sonrisas agradabilísimas que se convierten en irrealidad, ganas de tener más, tener lo mio y lo tuyo, tenerlo todo, no importa nada, y si no te doy lo que querés me quedo afuera de tu vida, y te pierdo y me perdés, y ¿no ves que nos perdemos mil vivencias que resulta que Dios tenía en mente para enriquecernos la vida, y puede que ayudarnos a crecer? Desmesuradas ganas de tener, de poseer lo que el otro tiene, imbéciles ganas de ver las miserias de los demás. Palabras como armas, sonrisas como veneno. Por otro lado siguen existiendo las almas limpias, los corazones claros y las palabras como agua, gente que en alguna canción describo como "esos que iluminan de buena voluntad", gentes con principios, gente de verdad. Sé que hay más, lo sé, lo creo, y en ciertos momentos lo reafirmo porque necesito hacerlo. Y no encuentro mejores palabras que expliquen mi decisión de seguir creyendo en ello que las de una canción: