Apasionadamente
Hoy quiero compartirte algo que me gustó mucho y que refleja algo de lo que pienso, es un artículo de mi amigo Fran, más conocido como Paco Palafox, y sólo te comparto un fragmento, te invito a que linkees a la dir y lo leas completo, está muy bueno...
APASIONADAMENTE
Por Paco palafox
Hace un par de semanas leía un libro y me llamó la atención la siguiente frase de Jean Rostand:
«Los que dicen que creen en Dios, ¿piensan en él tan apasionadamente como nosotros, que no creemos, pensamos en su ausencia?».
La pregunta se estacionó en mis ojos porque me parece muy exacta: tampoco yo he entendido jamás que se pueda creer en Dios sin sentir entusiasmo por Él.
Y siempre me ha aterrado esa especie de «anorexia o bulimia espiritual» en la que, con frecuencia, parece que vamos convirtiendo la fe que sólo con palabras presumimos tener.
¿Cómo se puede creer que Dios nos ama y no ser felices? ¿Cómo podemos pensar en Cristo resucitado y victorioso sin que el corazón nos estalle de alegría? ¿Como decir que conocemos Su amor y no llorar de la emoción o querer pasar más tiempo a Su lado?
Y es que desde mi punto de vista, la fe debe ser un terremoto, no una siesta; un volcán, no una rutina, una pasión, no un puro asentimiento, una explosión, no un desierto.
A veces me molesta la idea de que la gente que no conoce el evangelio crea con más apasionamiento en las cosas que lo rodean en el mundo, mucho más que los creyentes en las cosas de la fe.
Confieso que algo que me molesta de una predicación es que sea aburrida. Y no por razones literarias, sino porque todo el que aburre cuando habla es que no siente lo que dice.
Pero cuando escucho a algún cristiano que tal vez no habla del todo bien o sin mucha retórica y dice cosas poco “novedosas”, o “profundas” pero las dice con pasión, con alegría de decir lo que predica, entonces me contagia, porque yo nunca podré aceptar la fe de alguien que no es feliz con ella y mucho menos creer lo que habla.
Los profesores en los seminarios o institutos bíblicos deberían preocuparse menos de que los alumnos aprendiesen a hablar tan correctamente y animar más a los alumnos a que hablaran sonriendo, no con sonrisas de esas que se ensayan delante de un espejo, y se regalan los domingos, sino con esas sonrisas que te salen del alma porque te gusta hablar a tu gente y, sobre todo, te encanta hablarles de tu fe, a sentir lo que predican, a vivirlo.
Me gusta leer escritores que me apasionen en su apasionamiento. No importa el tema que traten, si hablan del dolor o si escriben sobre la oración, pero que las páginas y letras destilen un gozo profundo que «huela» a fe.
Uno de mis autores favoritos escribe en su ancianidad como lo haría un adolescente en las primeras cartas a su novia. Me gusta leer cosas como: «La vida, cuando se vive con Dios, es arrebatadora.» «Yo sé que nunca llegaré a saciarme de Su presencia.» «Ser cristiano es conocerlo todo, comprenderlo todo y amar a todos los hombres.»
Leerlo definir la muerte del ser más querido para él como «una fiesta de dolorosa alegría» o escribir que «en semana santa predomina la alegría, porque la alegría es el rasgo característico del cristiano redimido». O explicar que «Dios, frenético de amor, se hizo hombre» (...)
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